Desertismo escolar

Aunque haya niños y niñas que, debido a su ductilidad, a dejarse influenciar, a la necesidad de participar en pequeños grupos y a la complacencia, se crean rápidamente un círculo de amigos sin distinción (y también sin elección posible), se encuentran, en cambio, ya en la primera fase de ese periodo, niños que se juntan muy difícilmente con los demás, que prefieren tener un amigo a muchos compañeros y que son capaces de aislarse mientras los demás juegan juntos. Ya sea por temor al peligro o a los posibles golpes, ya porque no tienen ningún deseo de charlar, se les ve solitarios en un rincón del patio o tratando de acercarse llenos de temor al grupo de maestros, dispuestos a pedirles auxilio apenas sean blanco de las bromas, inicialmente desprovistas de mala intención, de los demás.

En principio, esta exclusión jamás es buena, en el sentido de que el grupo del cual se excluye el alumno reacciona excluyéndolo a su vez. Así se inicia un círculo infernal de autoexclusión y exclusión por parte de los demás, que hace cada vez más difícil la integración social y que bloquea los sentimientos en una fase presocial, determinando al propio tiempo unas actitudes de las que el niño primero, y el adolescente más tarde, solo se desembarazarán muy a duras penas. Nos hallamos ante un primer aspecto del desertismo escolar […]

El desertismo escolar es la escuela considerada subjetivamente como un desierto, o sea como un lugar en el que el niño encuentra el vacío afectivo y la ausencia de relaciones de cualquier clase. En tales casos, la escolarización no tiene lugar, ya que las materias enseñadas chocan con un espíritu no apto para recibirlas, porque se siente extraño a todo lo que se dice allí.

Roger Mucchielli, La personalidad del niño, Nova Terra, Barcelona, 1972  (3ª edición), 1966 (1ª edición), pp. 110-111.

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